7 de septiembre de 2024
Cultura

Es posible una Eurasia

Irma Villa

“En cada ciudad rusa, parece sugerir Pilniak, yace agazapada una Kita Gorod, una pequeña ciudad china que imprime vida, movimiento, atmósfera y poesía a la otra, dentro de la que está comprimida. Una ciudad rica en sueños, trampas, frustraciones y lamentos. ‘Eurasia –según el mismo Slonim–, es decir la unión entre Rusia y Asia, especialmente China, es para Pilniak la poderosa fuerza prístina que vencerá a la Europa occidental, racionalista y agnóstica’”, escribió Sergio Pitol en el prólogo del libro Pedro, Su Majestad, Emperador, obra traducida por él para la Editorial de la Universidad Veracruzana.

En el prólogo, el escritor y traductor describe al autor: un idealista ruso conocido como Boris Pilniak, cuyo nombre real fue Boris Andreyevich Vogau; economista de profesión, escritor y revolucionario que nació en Mozhaisk en 1894, y al parecer murió en 1941, a los 47 años, en un campo de Siberia, donde fue castigado por ser considerado “espía” al servicio de Japón. 

Paradójicamente fue el primer gran narrador de la revolución rusa, al grado que los escritores exiliados lo consideraban como “siervo de los Soviets”. En su obra se encuentra un marcado desdén hacia la cultura occidental de arraigo eslavófilo.

Pitol dice que “Pilniak concibe la revolución no como un conflicto entre proletariado y burguesía, sino entre Rusia y Occidente, pensamiento que se verifica en los seis cuentos que conforman este título de 186 páginas. 

El primero es “Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos”, trata de cómo una ingenua rusa se casa con un joven japonés, el cual se convierte en un escritor famoso al llevar a las páginas de su obra la autobiografía de su mujer.

Continúa con “La ciudad de Ordynin”, en este se conjuntan las costumbres religiosas que aplica un padre de familia a su hijo y el incipiente cambio de una sociedad campesina a punto de dar un salto mortal en su intento de entrar a la modernización que impone el siglo XX. 

El tercer relato se llama “El milenio” tal vez porque los pobres en Rusia de 1918, igual que 500 años atrás no tenían más esperanza que la liberación otorgada por la muerte. El cuarto es “Al viejo queso de Cheshire” cuyo mensaje es que el alma rusa no muere jamás.

Y el más conocido de todos por su valor narrativo es “Caoba”. El autor “revela el universo soviético de la época… es la fase final de la NEP (la Nueva Política Económica creada por Lenin y en vísperas del ascenso de Stalin…”

El título finaliza con el relato que da nombre al libro aquí reseñado: “Pedro, Su Majestad, Emperador”, que va de la página 161 a la 186. Los actos del zar Pedro I el Grande descrito por Boris Pilniak exhiben a un ser cruel, capaz de matar con sus propias manos a su hijo; un fatuo que alcoholizado perdía el control, para, como una cría, consolarse en el pecho de su esposa Catalina, nada que ver con la visión que obviamente se tiene del monarca en occidente, donde se le considera el modernizador de Rusia.