Allende el mar
Irma Villa
El libro de Allende el mar, editado por la Universidad Veracruzana, contiene parte de las memorias del escritor español José Zorrilla, quien vivió en México durante once años, aproximadamente, de 1855 a 1866, salvo un pequeño intervalo en Cuba, que le permitieron entender el legado del imperio español en tierras americanas.
En este periodo, clave en el acontecer político mexicano, el autor de Don Juan Tenorio fue testigo de la caída de Santa Anna y del ascenso al gobierno de Ignacio Comonfort; también de la instalación de una nueva generación que promulgó un 5 de febrero de 1857 la Constitución Política de la República Mexicana; la Guerra de Reforma (1858-1861); la invasión francesa de 1862, y el arribo de Maximiliano de Habsburgo, en 1864.
Su origen no le impidió darse cuenta del lastre que causó en la comunidad indígena la religión, al igual que el daño infligido por la ambición de sus coterráneos, que como describe, creían que en México los perros se anudaban con longaniza, por tanta riqueza existente en el nuevo mundo.
Apreció que el México de los años cincuenta del siglo XIX no pertenecía a los mexicanos, sino que era de los españoles que arribaban a sus tierras a hacerse ricos o ganar fama, y de paso procreaban hijos que se identificaban más con la cultura de sus padres, que con la que se estaba consolidando, y ya se hacía sentir como la auténtica mexicana: la raza mestiza.
Diálogos profundos con lenguaje elegante, y de fácil comprensión, propios de un poeta, sirven para mostrar su paso por, como él decía, las “tierras de Moctezuma”. Su carisma, su buen trato y su vasto saber fueron siempre factores presentes en su dispar vida, que en momentos de pesar siempre le recordaban que incursionar en política no era conveniente para un poeta.
Aunque siempre se sintió español, realmente tomó afecto por la tierra mexicana, al grado de concebirla como un edén, pero contaminada por la semilla ibérica:
[…] Si no estuviera poblada aquella tierra por nuestra raza, inquieta y torpemente germinadora de guerras civiles, allí se viviría con la vida que Dios acordó al hombre al crearle en el Paraíso; porque Dios ha derramado allí la luz, la vida y la alegría…
Esta reflexión se dio en su primer encuentro a solas con Maximiliano, quien después le nombraría director del Teatro Nacional de México. En esta breve etapa, español y austriaco se entendieron perfectamente, pero como el propio escritor había previsto, nunca se cumplieron los sueños del joven príncipe, porque el pueblo mexicano no quería más imperios.
Este título es el número 81 de la colección Biblioteca del Universitario, el cual está basado en Recuerdos del tiempo viejo, que a su vez se integró por las memorias que José Zorrilla publicó en 1879 en Los lunes de El Imparcial. Lo puede adquirir en línea en https://libreria.uv.mx/